Es muy duro esto. La vida sin Downton. Qué mal todo, con lo de sí que nos da esa familia y lo que queda por pasar. Qué desgracia.
En fin. Conclusiones sobre el capítulo final de la serie, ese en el que Edith alcanza la felicidad, ayudada por la siesa de su hermana, Lady Mary. Pues muy bonito todo, sí, precioso que Poor Edith se marcara un matrimonio por amor de los que le darían a Jane Austen para tres novelas. Marqués ricachón llegado al título -y al dinero- de rebote previa muerte en extrañas circunstancias de su primo el titular, que además de titular era gay, cosa malísimamente vista en aquellos tiempos y que complicaba cantidad el tema sucesorio, para qué engañarse. Y si además de marqués y millonetis el muchacho tiene un castillo de esos de caerte de espaldas, pues mejor. Porque qué castillo, oiga. Porque no era uno cualquiera, no, era Alnwick Castle, que viene siendo, para los castillo-frikis, lo puto MÁS. Con perdón.