lunes, 30 de noviembre de 2015

Ayer me peleé por tuiter

Sep. Bueno, pelear. Yo intenté mantener una conversación civilizada, creyendo, ilusa de mí, que se podía razonar. Pero no. Y como acabaron llamándome racista, fascista, idiota e ignorante, qué queréis, lo concibo más como una pelea. O como un acoso prototípico de patio de colegio. Con los mismos métodos, además.

El caso es que se me ocurrió decir que prefiero esto que tenemos, con todas sus imperfecciones y cosas a mejorar, que lo que tienen en -algunos- de los países musulmanes. Que me gusta Europa y a mí burka/velo/whatever no me apetece llevar y además me encanta conducir, actividad no permitida en según qué lugares para las poseedoras de ovarios. Por poner dos ejemplos. Y, afirmando que fanáticos hay en todas partes y en todas las religiones, también señalé que el problema más gordo AHORA viene de ese lado del mundo. De ese concreto fanatismo. Se quiera o no.

Pues para qué hablé. Parece ser que  acusé al Islam y a TODOS los musulmanes de ser el MAL y la raíz de TODOS los problemas. Una racista fascista, ya sabéis. Yo. Que estuve a punto de estudiar filología árabe. Y que ojalá lo hubiese hecho.

En fin, me pareció un ejercicio tan rastrero de tergiversación que para qué entrar a discutir. Es una pena, en serio lo digo, que limitéis tanto vuestra mente y que los prejuicios, creencias, opiniones e ideologías que tenéis os impidan escuchar al prójimo. Darle la oportunidad de explicarse y el beneficio de la duda. Si no opina como yo, es un fascista. Ale. Y tan panchos.


Por supuesto no considero que el Islam sea el problema, sino la interpretación que muchos hacen de él. La situación de Oriente está llena de circunstancias complicadas, que vienen de muy atrás. La división de países se hizo como se hizo, sin tener en cuenta a los grupos étnicos. Se dio el poder a familias determinadas que lo han seguido ejerciendo despóticamente mientras Occidente miraba para otro lado. Qué nos van a contar a nosotros de los amigos árabes y marroquíes. Siempre ha habido un juego de intereses entre esas familias y los grandes fondos de inversión, que son los que controlan el cotarro mundial. Nada es por casualidad y los paganinis del asunto siempre son los mismos, claro. 
Esos que a la hora de buscar referentes, hartos de corruptelas, tiranías y pobrezas enquistadas, se han echado en manos de aquellos que les ofrecen esperanza y un futuro, aunque sea en el otro mundo, lleno de todo de lo que ahora carecen.

Eso por su parte, porque además están los criados en Occidente que, vete a saber por qué razones y culpas, prefieren aquello. Tampoco sorprende porque los fanatismos en el ser humano son así. Si no de qué todos los que se iban encantados de la vida a las Cruzadas, llenos de fervor cristiano pensando en la vida eterna.

Si siempre es lo mismo, antes y ahora. Siempre. No hemos evolucionado nada.

Yo me limité a señalar que con el Daesh tenemos un problema bien gordo que nos va a tener en vilo durante mucho mucho tiempo. Y que puede que gran culpa sea de Occidente -por haber contribuido a la situación de sometimiento de muchos y haberse aprovechado de los recursos- pero eso ya da lo mismo. Los nazis también surgieron como reacción alemana a la humillación que sufrieron en el tratado de Versalles y... ¿qué sería de nosotros si los Aliados no hubieran actuado, presos de esa responsabilidad culpable por haberse pasado tres pueblos y medio tras la IGM? Aunque no me gustó, El Hombre en el Castillo es una buena -y espeluznante- respuesta.

Conste también que no creo que las bombas sean la solución, ni provisional ni definitiva. Aquí se necesita, entre otras cosas, una intervención en el terreno de centenares de miles de personas que, por ahora, ni los USA ni Europa están dispuestos a llevar a cabo. Más un cambio de mentalidad más el compromiso de los países de la zona más, probablemente, acuerdos con Bassar Al Assad, ese señor del que ahora algunos dicen que no es un dictador. Mientras tanto, nos tocará ver mucho y aguantar más. Sobre todo si el tema pilla en campaña electoral en esta España nuestra, polarizada a más no poder, donde nadie escucha a nadie y se acude al insulto a las primeras de cambio.

Y es que idiota e ignorante me lo llamaron por decir que en algunos países las mujeres tienen prohibido conducir. Que por lo visto no es así, fíjate. Y que resulta que todas las mujeres musulmanas tienen estudios y carreras profesionales y conducen y yo no me entero de nada. Acabáramos.


2 comentarios:

  1. xDDDDDDDDDDDD

    Tengo como política intentar no discutir (debatir, whatever) en Internet. Primero porque depende de con quién te encuentres. Pero segundo porque un debate que delante de un café y con tiempo para escuchar, pudiendo percibir la entonación y demás, y todas esas cosas, probablemente acabaría en entendimiento y tal, en Internet puede acabar como el rosario de la aurora.

    Está eso, y que en general somos muy de brocha gorda. Y en Internet, más.

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  2. Yo no entro a discutir con nadie en internet. Si casi no entro en mi vida de este lado del ordenador... Pero te diré que estoy de acuerdo contigo, lo que pasa es que ahora mismo, digas lo que digas, siempre sale un defensor de... lo que sea, para hablar de lo intolerante que eres. Si dices: Qué rico el jamón de Guijuelo, ya la tienes armada con los del jamón de sabugo, con los vegetarianos, con los veganos, con los defensores de los animales, con los que están en contra de los vegetarianos, de los veganos, de los defensores de los animales y todo eso junto.

    Que casi no se puede decir nada.

    Besos.

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