Dudas votiles

Decía el otro día Lorzagirl en Tuiter que, tal y como están las cosas, se ve votando en las generales a una cebollita encurtida. No pude más que apoyar la idea, pues soy requetefán de tales aperitivos y además me encuentro en la misma encrucijada. ¿A quién coño voto?

No, en serio. ¿A quién? 

Porque yo soy de las que votan siempre, que tengo muy engarzado en mi cerebelo aquello de que soy mujer y hace cien años no votaba y ahora mismo tampoco podría hacerlo de vivir en según qué países. Ergo, yo voto porque me siento obligada aunque ya sé que en ese derecho está también el poder no ejercerlo. Pero qué queréis, me pongo dramática e intensa y no tengo remedio.

O sea, que votar, votaré. Ahora, a quién, vaya usted a saber. El otro día, presa de la desesperación indecisa, hice el test ese de Qvoto. Y las carcajadas aún resuenan, claro. Pues no va y me suelta que tengo que votar a UPyD. A Upeydé. Yo. YO.

Me lo tomé a chufla, como es lógico. Por el resultado y porque tampoco creo que sea responsable orientar el voto de la gente -hacia el lado que sea- en base a una quincena de preguntas. Gobernar es mucho más. Y no hay perfecciones ni utopías. Eso se lo dejamos a los canadienses y al primer mundo (el de verdad), en general. Que tienen petróleo y pueden permitirse alegrías.

Total, que vaya usted a saber por dónde saldremos -todos- el 20-D. Con el arbolico de Navidad, los centros comerciales hasta arriba y esa tontuna que se nos pone en todo lo alto en tales fechas. Que Rudolph el Reno nos pille confesaos y que no nos nieve. Que sólo faltaba eso para completar la fiesta de la democracia y el espumillón. Fun, fun, fun.