Es muy duro esto. La vida sin Downton. Qué mal todo, con lo de sí que nos da esa familia y lo que queda por pasar. Qué desgracia.
En fin. Conclusiones sobre el capítulo final de la serie, ese en el que Edith alcanza la felicidad, ayudada por la siesa de su hermana, Lady Mary. Pues muy bonito todo, sí, precioso que Poor Edith se marcara un matrimonio por amor de los que le darían a Jane Austen para tres novelas. Marqués ricachón llegado al título -y al dinero- de rebote previa muerte en extrañas circunstancias de su primo el titular, que además de titular era gay, cosa malísimamente vista en aquellos tiempos y que complicaba cantidad el tema sucesorio, para qué engañarse. Y si además de marqués y millonetis el muchacho tiene un castillo de esos de caerte de espaldas, pues mejor. Porque qué castillo, oiga. Porque no era uno cualquiera, no, era Alnwick Castle, que viene siendo, para los castillo-frikis, lo puto MÁS. Con perdón.
Total, que Edith consigue un marido que la quiere mucho, que está forrado, que tiene castillo, que tiene un título que la sitúa -boda mediante- por encima de la borde de su hermana. Marido que le perdona su desliz con el alemán y el resultado del asunto, la nena, y que tiene una madre que se lo pone difícil pero que, al final, -todos lo sabíamos- amplía las tragaderas y acepta la boda, la bastardita y lo que sea menester. Faltaba más.
Precioso todo. Pero MEH.
Sí, sí. MEH. Como lo leéis.
El otro día leí un tuit, no recuerdo de quién, referido al final de Velvet, esa serie española de ciencia ficción, en la que el Madrid de los 50 es París y Paula Echebarría tiene 20 años. Pues bien, venía a decir que la serie había terminado en boda, claro que sí, porque para que llegue la felicidad tiene que haber una boda y un marido y un todo perfecto. Si no, de qué. A qué podemos aspirar sino es a matrimoniar bien. Pues a nada, amigas, a nada. Que seguimos viviendo, parece ser, en el mundo de Jane Austen, aunque hayan pasado 200 años.
Ya sé que el final de Downton es lógico para lo que ha sido Downton, lo que representa y sobre todo, para el ritmo de crueldades que ha llevado la vida de Edith. Pero es que, al mismo tiempo, han estado muy cerca de hacer algo diferente. Porque, me pregunto, ¿qué pasa con el apartamento en Londres, el trabajo en la revista, el colegio para la niña y las ganas de hacer su vida, a su bola, sin marqués ni castillo ni gaitas floridas? Ah, de eso nunca más se supo. Claro, es que estaba enamorada y entonces...
Pues eso, que el final me pareció precioso, pero que, creo, me hubiera emocionado más ese atrevimiento de dejarla soltera y, OH MILAGRO, feliz.
Para el resto de personajes me limito al tuit de Ana-Caléndula:
Si el final de #DowntonAbbey fuera más idílico incluiría unicornios.
— Ana (@MsCalendula) diciembre 28, 2015
Downton Abbey, te echaremos de menos.
Pues mira, para una vez que a Edith le salga bien lo del amor, a mí no me parece mal. Es cierto que podrían haberle buscado un novio de menos copete, y dejarla trabajando en su Londres con su revista y con su piso, por qué no. Pero bueno, no me voy a quejar porque Bertie es amor.
ResponderEliminarLa que tendría que haberse quedado soltera, por siesa y mala pécora es Mary, hombreyá. Ogh. Qué odio le tengo. xDDD
Pero sí, el final, así todo junto, es muyyy muy almibarado, con todo en general. Quizá en conjunto, un poco excesivo. Pero "poor Edith", que ya parece que llevaba el "poor" pegado al nombre, también se merecía algo bueno. Y si eso supone quedar por encima de la borde de Mary, mejor xD
Si lo que yo digo es por qué ese algo bueno tiene que ser necesariamente la boda con el marqués y tal...que de la otra manera también podía haber sido un final feliz.
EliminarY yo era muy fan de Mary hasta que se casó con Talbot. Eso no se lo perdono nunca jamás never...
Lya desde el curro