Pena no, gracias

Llega la hora de las condolencias. Y a mí las condolencias me ponen muy nerviosa. Yo sé que la gente lo hace con la mejor de las intenciones (la mayoría, al menos). También sé, porque yo soy así de extraña, que si no me dijeran nada acabaría pensando aquello de "no le importo a nadie". Pues no me gusta un drama ni nada. Pero es que me pone muy nerviosa sentir la conmiseración ajena. Que yo estoy bien, de verdad. 

A ver, no es que esté así:

Pero tampoco así:

Qué enooorme eres, Diane. 

Una cosa intermedia. Tranquila, serena y con ganas de descansar y de holgazanear todo lo que pueda y me dejen, porque obligaciones sigo teniendo. Es lo bueno de meterte en todo fregado que se presente por delante, que cuando uno falla, te quedan los demás. Vale, el que ha fallado era el más importante en teoría porque era el, se supone, remunerado. Y digo se supone porque una de las razones de esta situación actual es que los empresarios quieren seguir con sus empresas pero sin pagar a los trabajadores. Al final los trabajadores se hartan y se largan. No sé si me comprendéis. Por tanto, ahora estoy, casi, igual que antes, pero sin sentirme idiota. Y eso ayuda, no creáis que no. Ayuda mucho. 

Por el momento, me niego a autocompadecerme y a, por ejemplo, mandar hoy, día del trabajo, tuits de esos de dar mucha pena y denunciar lo triste de mi vida. Porque mi vida no es triste, porque hay mucho que vivir por delante y porque no, ea. Porque, aunque suene raro en los tiempos que corren, para mí esto ha sido lo que me hacía falta. The best is yet to come, people.