Habemus Francisco

Debería estar viendo ahora mismo alguna de mis series, o leyendo alguno de esos libros que se me acumulan. O, simplemente, dedicándome a dormir, porque en los últimos tiempos estoy muy entregada a las ojeras góticas, sin ser yo -casi- nada de eso. Pero quién puede abstraerse a esos programas especiales en la tele, esas webs de periódicos con un único tema, ese güasap que repite una y otra vez las mismas bromas... ¿quién?

Que tenemos Papa nuevo. Y a mí ya el simple hecho de escribir esta frase me suena raro, qué queréis que os diga. Los que nacimos, crecimos y llegamos a una edad respetable con un único Papa al mando del cotarro de Roma, JuanPabloSegundoTeQuiereTodoElMundo, no aceptamos fácilmente los cambios. Nos suenan raros. Como que ya no valen, que el que tenía que ser era aquel y estos, pues no. Al menos, ese es mi sentimiento. 

Tras Juan Pablo Dos Palitos, llegó Benedicto y yo me pegué un susto de órdago. No es que servidora tuviera mucha familiaridad con el colegio cardenalicio, que no, pero algo los había tratado a cuenta de cierto trabajo que tuve que hacer durante la carrera. Y aquí me vais a permitir que le mande un saludo a la mejor de las amigas, la que yo más quiero y la mejor, así en general. Hola, T, que sé que me lees aunque no puedas comentar. Sigo. Pues durante los años universitarios (esa lejanía que siento al decir esto, ay, carallo qué vieja soy) tuve que hacer un trabajo sobre cuestiones eclesiales. Y por vuestra salud mental os recomiendo que no preguntéis al respecto, hacedme caso. En fin, durante la 'investigación' para aquella historia el nombre de Joseph Ratzinger salió cada dos por tres. De ahí el susto cuando fue elegido Papa, porque, sinceramente, leído todo lo que leí sobre su doctrina, me esperaba lo peor. 

Y no. A ver, la Iglesia sigue en sus posiciones, firme, pero hay que reconocer que Benedicto se lo ha currado en ciertos sentidos de los que Juan Pablo II pasó, ya fuera porque le pillaron muy gagá, ya fuera porque no tenía ganas de meterse en jaleos. Legionarios, pederastia, intrigas vaticanas que ni las del Padrino III, en todo eso ha metido mano el Papa emérito. Y así le ha pasado, que ha terminado harto. Es un Papa que ha dicho que a veces le ha parecido sentir que Dios dormía para él. Y que eso lo digamos tú y yo, vale, pero que lo diga él, tiene tela. 

Y ahora llega Francisco I. Jesuita que homenajea en su nombre a San Francisco de Asís, se supone, y que ya de paso se planta nombre de emperador(es). Hola, Sissí, qué tal, Pavía. 

Lo de las órdenes de frailes, bien. Aunque me hubiera gustado un cierto toque dominico, la verdad. Y si no sabéis por qué digo esto daos una vuelta por la web de la ONG Acción Verapaz. Ya, demasiado todo para Roma. No hace falta que digáis nada. Lo sé. 

Conste que no me ha caído mal de entrada el nuevo Papa, pero, como todo, vete a saber por dónde sale. Nadie se esperaba la posición de lucha y ganas de limpieza que demostró Ratzinger, así que todo es posible. En ambos sentidos, eso sí, y teniendo en cuenta que nada va a cambiar de la noche a la mañana, y que los cambios, de haberlos, serán a largo plazo, como todo en Roma. 

Por lo pronto, mi primera petición/rezo como oveja descarriada de este redil guiado por el nuevo pastor romano de acento argentino, ché, es que se acaben las bromas del Papamericano y los hombres de Paco, que no puedo más con la life y estoy a punto del colapso. 

Por favor, Diosito.