domingo, 13 de enero de 2013

Adorable Moone Boy

Anoche terminé Moone Boy, una deliciosa serie de Sky 1 sobre la infancia de un chaval en un pueblo perdido de Irlanda durante los últimos años de la década de los 80. O sea, quita Irlanda y pon España, y mi vida, tu vida, nuestra vida (a no ser que seáis insultantemente jóvenes, claro). El autor de esta pequeña maravilla es Chris O'Dowd, que se ha convertido en el motivo porque el que voy a terminar de ver Girls, la serie aquella que según ese panfleto llamado GQ a las chicas, o sea, nos fascina. Y que yo no aguanto, ya lo dije. Pero por O'Dowd, que sale en los capítulos que aún no he visto, la voy a retomar. Porque lo que ha hecho con Moone Boy se lo merece. 


Martin Moone tiene 12 años, tres hermanas mayores que le ignoran -Sinead, Fidelma y Trisha- y unos padres encantadores pero superados por las circunstancias -cuatro hijos adolescentes, angelicos- y que además continúan, sobre todo la madre, buscando eso que los cursis llamarían 'su lugar en el mundo'. Con este panorama familiar, Martin ha creado en su imaginación un amigo, llamado Sean Murphy (Chris O'Dowd). Pero no penséis que la serie va de la relación de un chaval con su amigo imaginario, porque no. Sean Murphy está ahí, es un recurso curioso, pero el único y verdadero protagonista es Martin -David Rawle-. No se puede ser más adorable, en serio. 

Martin y su amigo Sean Murphy
Los que crecimos en los 80 fuimos los últimos nativos no-tecnológicos. Aunque las videoconsolas ya comenzaban a rodearnos, no dejaban de ser patrimonio de unos pocos y, ni mucho menos, estaban tan generalizadas como ahora. A lo máximo que podíamos aspirar era a tener un Game-Boy o aparato similar que nos sirviera para jugar al Tetris, o a pasarnos las tardes en los recreativos, en los que por cinco duros -de los de moneda grande- podías echarte unas cuantas partidas. 

Por no hablar, claro, de la total ausencia de teléfonos móviles -el único que yo recuerdo de aquella época es el zapatófono enorme que llevaba Zack de Salvados por la campana en la mochila- y de nada que se pareciera a ordenadores, Internet, redes sociales, etc. 

Ay, Zack.

Éramos diferentes. Mucho más ingenuos, más tiernos, más inocentes, más ignorantes, si queréis, porque no teníamos acceso al enorme caudal de información que supone tener un ordenador/móvil a mano con conexión a Internet. Vale, es cierto que todas las generaciones recuerdan su infancia de modo edulcorado o idealizado, pero, creedme, los de los 80 fuimos la última generación criada old style. 

Y si ya te criabas en un pueblo, como Martin Moone, como servidora, ni te cuento. 

Pero Moone Boy va más allá. Además de la vida de su protagonista, también se reflejan, por ejemplo, los  acontecimientos históricos de aquellos días. Y ahora empieza a sonar Winds Of Change y ya sabéis todos de qué hablo. Sí hay un episodio de mi infancia que recuerdo bien es la Caída del Muro. Y lo recuerdo como lo recuerda Martin Moone, como algo que estaba pasando mientras yo estaba a otra bola, como algo que estaba en la tele y que mi familia veía en silencio, y que yo miraba y sabía que era importante pero no sabía exactamente por qué. Y, si os soy sincera, creo no cambiaría ese recuerdo por nada en el mundo. 

En fin, seis capítulos de media hora cada uno que no dejan títere con cabeza: política, descubrimiento de la sexualidad, religión, a todo alcanza y a todo se refiere Moone Boy. No dejéis de verla, porque es de esas series que iluminan, que sacan la sonrisa y que hacen del mundo un sitio un poco mejor. 


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