viernes, 12 de julio de 2013

El final

Y, de repente, el círculo se cierra. Y, pese al horror que se ha apoderado de nosotros, creo, y no me equivoco, que nos da más horror aún el que no nos extraña. Que nos parece, de algún modo, en algún rincón lejano de nuestra inteligencia, lógico. Y es terrible denominar lógica a una muerte. Absolutamente terrible. Pero la hemos visto, día tras día, ante nuestros ojos. Hemos hablado con ella, la hemos visto asomarse, sabíamos que estaba ahí. No hemos querido creerlo -quién puede creer que está hablando con la muerte- pero sabíamos que lo hacíamos. Y la confirmación, en forma de mensaje de móvil, ha llegado hoy. 

Tengo la absoluta conciencia de que lo tenía ya planeado, que la decisión estaba tomada, que intentó superarse pero no pudo, que todas sus extravagancias eran gritos de ayuda silenciosos, que estaba terriblemente sola y que de ningún modo debería haber trabajado. Pero ahí estuvo, con nosotros, protagonizando el año más peculiar y desastroso de cuantos he vivido como receptora de clases, año que ha concluido con un final terrible y siniestro. Terriblemente siniestro. 

Nuestra Japi Flogüer ha decidido marcharse a buscar su mundo de luz y de color lejos de este tan árido, tan frío y tan lleno de alumnos que no comprendían sus excentricidades y reclamaban una enseñanza comme il faut. Que se enfadaban, se enfadaban mucho, y la miraban con ojos de desesperación. Nadie la entendió. Nadie salió en su ayuda. Es cierto, no éramos quiénes, no era nuestra responsabilidad y nadie tiene culpa de nada, pero la carga de conciencia ahí nos queda, para toda la vida. Sólo nos consuela que, dentro de lo que cabe, fuimos amables con ella. Y ella nos lo dijo y nos lo "recompensó" a su modo: dimitiendo tras nuestro examen, no antes, para que no tuviera que evaluarnos otro profesor. Con el otro grupo al que daba clase no tuvo esa consideración. No quiero pensar por qué motivos. 

El último día en el que la vimos, en el que la vi, le deseé buen verano y me despedí de ella hasta septiembre. Su respuesta fue un "creo que no, que no nos veremos en septiembre". Yo interpreté que no iba a dar clase al año siguiente, pero ahora intuyo que había algo más. Y me aterra. Y me siento la peor de las personas del mundo por todo lo dicho y escrito. Y miro el libro de Doctor Who que me regaló y me estremezco. Y pienso en el que la devolví, que era importante para ella porque formaba parte de una colección y quiero creer, aferrándome a esa tontería, que si quiso recuperar su libro era por algo, era porque no todo le daba lo mismo. Pero, ¿quién sabe nada? ¿Cómo podemos ponernos en el lugar de una mente enferma, cansada, asustada, solitaria e infantil? ¿Qué sabemos de los cables, las conexiones, la química de nuestro cerebro? 

No sabemos nada, en realidad, de nosotros mismos. Mucho menos de los que tenemos, por circunstancias, al lado o enfrente. 

Que seas feliz, R., ojalá que hayas encontrado la paz que aquí no tenías. 


6 comentarios:

  1. Me dejas fríta :/ Las risas que nos hemos echado a su costa y ahora se ha ido... Vaya. :(

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  2. O____O
    Joder, sin palabras me he quedado.
    Pobre mujer. Estaba chunga la cosa sí. Uff T_T

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  3. Vaya Lya, lo siento, y espero que hoy estés un poco mejor... Es que, aún comprendiendo un poquito la química del cerebro, estas cosas te siguen dejando sin habla =(

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  4. OStras...me quedo alucinada.

    Es la tercera persona, en menos de un mes, que oigo que se suicida...

    Buff...que palo hija, que sensación más rara. Sí. Y que rabia, la verdad.

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