Les Revenants

En esto de las series funcionan mucho las modas. El postureo ese que se ha puesto tan de moda últimamente en Tuiter. Si alguno de los gurús seriéfilos dice que hay que ver tal serie, allá van todos los demás (vamos, vale) como benditos sin criterio. Conste que no me parece nada malo. Series las hay a montones y el tiempo escasea, así que hay que fiarse de alguien más o menos experto que te pueda orientar.

Eso sí. Alabar por alabar, pues no. Caso, y a eso venía yo, Les Revenants. Serie francesa de ocho capítulos sobre zombies. Sí, muertos vivientes. Nada nuevo bajo el sol que para algo está The Walking Dead.

Empezando por el principio, a mí el tema zombie me aburre soberanamente, a no ser que se trate de:

 

La culpa de mi aversión al tema zombie la tiene, aclaro, el Un, Dos, Tres. Una que es así de antigua. Para los jovenzuelos que desconozcan como funcionaba ese programa, os cuento que cada semana estaba dedicado a un tema. Pues, por resumir, el dedicado a los zombies me produjo pesadillas durante semanas. Pesadillas que aún recuerdo perfectamente. Todos mis compañeros de clase en el cole eran zombies y me perseguían para convertirme y tal. Una delicia, no me digáis que no. 

En fin. Que a mi dadme un vampiro comme il faut, y dejadme de muertos vivientes. De The Walking Dead he pasado siempre mucho, porque no me llama ni una miajita la atención. ¿Por qué, entonces, me dispuse a ver Les Revenants? Pues por el mareo insistente de medio de mi TL en tuiter y porque quiero/necesito desenterrar (qué verbo más propio para el tema que nos ocupa) mi francés. 

Así que nada. Vamos allá. Allons-y. Allez, allez, les enfants de la patrie...  Me puse el primer capi de los revenidos estos. Y qué queréis que os diga, ni fu ni fa. Vale, un poco de canguele sí que se pasa, sí, pero, lógico, si la acción transcurre en un pueblo de montaña, por la noche, con gente que regresa de la tumba porque sí, y se planta en casa, en sus casas, como si no hubieran pasado cuatro años desde que estiraron la pata. Y ahí, precisamente, está el problema. En la reacción de los familiares. Que no me la creo. Ni un alarido, ni una carrera enloquecida, ni un infarto fulminante, nada. Todo muy francés, muy susurrante, mucho jersey negro de cuello vuelto para ellos y mucha mirada lánguida al infinito con cara de jartura existencial para ellas. Muy francés, vamos. Que te vuelve la niña cuatro años después, y no te caes al suelo ni nada. Venga ya, mesiés. 

Total, que cuando saque un rato le daré una oportunidad al segundo capítulo, por aquello de no juzgar antes de tiempo y porque mi francés necesita terapia de choque. Pero vamos, en resumen, los zombies franchutes son unos sosos. 

Au revoir, mes amis!