Carta a Jaime Lannister

Ay, mi Jaime. Mi Jaime Lannister. Lannister de mi vida. Yo, una Stark de corazón, escribiéndote a ti, mi Jaime. Qué mal. Qué deshonor. Pero qué quieres, a los Stark fue a los primeros que conocí, precisamente cuando los del sur llegabais a Winterfell, o Invernalia, que este es uno de los escasos nombres que me gusta más en español que en inglés. O en lengua común, discúlpame. Por ejemplo, tu sobrenombre de Kingslayer suena mejor que el Matarreyes. El Matarreyes parece una fiesta típica española, de esas en las que abunda la sangría y los petardos. No, tú eres el Kingslayer. Todo honor y valentía. O casi. 

Porque lo mataste, cuentan. En aquel pasado del que tanto habláis. En aquellos días que nosotros, pobres lectores a merced de la voluntad del señor Martin, no conocimos. Y casi que mejor, corazón, porque sólo faltaba también tener que haber leído toda vuestra juventud. Bastante tenemos con vuestro presente y futuro. Por culpa de ese presente, te escribo. Porque aunque fue pasado, ahora es más presente que nunca. Fíjate que yo sabía que iba a ocurrir, fíjate que lo leí, pero no quería creerlo. Esperaba, no sé, un rayo de magnanimidad, un milagro, que aquello hubiera sido una pesadilla mía. Pero no. Pasó. Al finalizar el capítulo de la semana pasada. Y tu grito fue mi grito. Mi Jaime. 

Qué bien te ha venido Brienne. Tú lo sabes, ¿verdad? Qué buena chica. Y ser prisionero de Lady Stark también. Y eso que a mí Cat Stark no es que me caiga en gracia. Soy del bando Jon Snow, compréndeme. Hasta los Stark tenemos nuestros trapos sucios, qué te voy a contar que no sepas, qué te voy a contar que no entiendas. Siendo un Lannister estás especializado en líos familiares. 

Qué grande tu hermano. Sí, sí, no te rías. Tu hermano es muy grande. No seas malo, y reconoce lo que tú, también, sabes. Que tu hermano es el mejor. Que podríais haber hecho un gran equipo si no llega a estar Cersei por medio. Vale, no te pongas en guardia. Aún sientes ese vínculo hacia ella, pero, tranquilo, ya llegarán las decepciones y los días en que sientas que, vete a saber por qué, nada es como era. ¿Será la madurez? ¿Será que has visto demasiada oscuridad? ¿Será el haber conocido la lealtad, integridad y obcecación cerril y desesperanzada de Brienne? Será todo eso, y será la guerra, serán las decepciones, será la vida. 

Ay, mi Jaime, tengo que ir despidiéndome. Sólo quería decirte que aquí esta Stark sueña con el día en el que tu hermano y tú controléis los Siete Reinos. Ya, sí, que Jon Snow y los nenes Targaryen tendrán algo que decir, pero, bleh, tú me entiendes. Tú eres el caballero de los cuentos, tú podrías haber estado en Camelot, tú eres la leyenda medieval de toda la vida hecha leyenda literaria del siglo XXI. Y a este paso, del XXII, ejem.

Jaime, corazón, guapo, león, aquí una esclava, una sierva, una rendida admiradora. Una fan. Que Jon Snow y los antiguos dioses me perdonen.