8AV

Bueno, pues ya he visto 'Ocho apellidos vascos'. Ya soy normal.

En realidad la vi hace un par de semanas, pero como no he tenido tiempo de publicar y en este finde me estoy desquitando, ahí va la crítica. 

Crítica que se resume en una frase: la peli es mala, mala, mala, con dolor y alevosía, pero te ríes como si no hubiera un mañana. Y sales del cine con, no sé, un poco de ¿esperanza? Con la sensación de no haber visto un telediario en mucho tiempo. Debe ser similar a la sensación de llegar de vacaciones desde la otra punta del mundo, sin haber tenido más contacto con la vida real que el saber que todos los tuyos están bien. 

Bueno, a lo mejor me estoy pasando. Pero sí es cierto que después de dos horicas de carcajadas te sientes mucho mejor. Risoterapia, eso. Ocho apellidos vascos es risoterapia. Además sobre nosotros mismos, porque explota el más tópico de los típicos tópicos hasta el infinito y lo entremezcla con esa parte de la historia moderna de España de la que ya teníamos ganas de poder reírnos. Pese a todo lo que se quedó por el camino, que fue mucho y está presente aún.

Yo me declaro muy fan de Vaya Semanita, el programa matriz de esta peli. Un ejemplo de sanidad mental, un poco cruel quizás en momentos en los que las cosas no estaban tan tranquilas como ahora, pero necesario siempre. Lo que sucede es que no es lo mismo un programa de gags cortos, que alargar dichos gags durante el metraje de una película. Ahí es donde falla el asunto, falta uniformidad y enlace. Es una película de momentos, de golpes, de diálogos brillantes, pero lo que es la estructura del guión, el guión en sí mismo y la interpretación actoral claman al cielo. 

El guión no tiene pies ni cabeza, está dibujado a trazo gordo y mejor no buscarle coherencia. Y los actores, sobre todo Clara Lago, en fin, podrían haberse lucido más. 

Pero las risas están garantizadas y te pasas un rato buenísimo. Si sois de los pocos españoles que aún no han cantado lo de 'Euskadi tiene un color especiaaaaal', animaos. Merece la pena.