Divagaciones olímpicas

Todos los que me sigáis por Twitter sabéis bien -porque lo habéis sufrido- que en los últimos días me he ventilado sin respirar las dos temporadas de esa locura de serie llamada Scandal. Aunque son muchos los que ya han caído en el vicio, os hago un resumen rápido: la serie transcurre en Washington DC, meollo del poder político de los USA, y tiene como prota a Olivia Pope, una abogada que se dedica a la comunicación en su vertiente política y social. Y que termina siempre así:

Normal, un estrés lo suyo

Olivia, os decía, se encarga de vender la moto al gran público sobre las andanzas de los políticos/millonarios de Washington. En una sociedad tan puritana y tan preocupada por la vida sexual de los representantes públicos, un oficio así parece fundamental y, aunque la serie no tiene ni pies ni cabeza, sí se pueden extraer algunas conclusiones sobre el tema, aplicables a la debacle que vivimos ayer con el asunto JJOO. 

La primera, obvia, es la importancia de la comunicación en temas de política. Todo es como se quiera vender, todo tiene varias vertientes y la reacción del público dependerá de cuál de esas vertientes se promocione y de cómo se promocione. Si es verdad que la candidatura de Madrid 2020 contrató a un experto en comunicación, que parece ser que sí, visto el resultado, nos quedan cuatro opciones: 

a) O el supuesto experto es un bluf que se ha llevado los dineros, nuestros dineros, por la patilla.

b) O no lo era pero no tenía mimbres con los que trabajar. 

c) En estos casos de candidaturas olímpicas no es decisivo tener un buen asesoramiento en comunicación, porque el asunto está decidido de mucho antes y todo lo que rodea al COI es un gran paripé orquestado para que unos cuantos vivan a cuerpo de majarajá.

d) Las tres anteriores a la vez. 

Sí, yo también me quedo con la d). 

No obstante, indagando un poco en la respuesta c), podemos plantearnos otras preguntas. ¿Cuándo se deciden estas cosas? ¿Qué influye en la decisión? ¿Quién toma esa decisión? ¿Sólo los chupópteros del COI? ¿En serio? 

A lo mejor tanta conspiración en Scandal me ha dejado la cabeza loca o he leído demasiado a Eslava Galán este verano, pero no puedo por menos que recordar precisamente el final de "La década que nos dejó sin aliento" y enlazarlo con Barcelona' 92. ¿Fueron aquellos Juegos un premio a lo bien que nos portamos en la Transición? Que no rechistamos, que nos tragamos, bueno, se tragaron, todo sin protestar y que no dimos más problemas de los necesarios. Pues puede que sí. Y como ahora ya no tienen que premiarnos por nada, verdes las han segado, Madrid 2020. Los japoneses cuentan más, como cada vez cuentan más los brasileños (Río 2016) o como cuenta China (Pekín 2008). ¿España? What?

Para remate, tenemos el tema "aspiraciones de la First Lady", también conocido como El Complejo de Hillary Clinton, que claramente sufre y padece la señora Botella. Tema también tratado, casi en modo caricatura, en Scandal. La primera dama que ha dejado de lado su carrera fulgurante en la abogacía y en la política para acompañar a su maridín en el camino al poder y que, en cuanto puede, toma el relevo.

El problema es que Hillary Clinton (o Michelle Obama en cuanto se ponga a ello) es una cosa, y nuestras abnegadas esposas de políticos españoles, otra. El problema es que Ana Botella no ve la diferencia. El problema es que ella no pasa de la categoría "ególatra señora de su casa aburrida con aspiraciones", por mucha carrera y muchas oposiciones que tenga. Servidora tiene esa misma carrera y se hartó de ver en sus tiempos a muchas que iban de aplicadas estudiantes pero que sólo querían una cosa en la vida: pillar marido que las retirara. En el camino de esa búsqueda, se sacaban la carrera, que en algo se tenían que entretener. Así que no me cuente cuentos, señora Bottle, que me los sé todos. Y aprenda inglés. Pero de verdad.

Total, que mejor nos olvidamos del tema Juegos Olímpicos por una temporada larga, que bastante hemos hecho el tonto ya. Sin tampoco depresiones, conste, que no es para tanto. En estas cosas se juega y lo más fácil es perder, así que no hay que tomárselo por lo tremendo. El triunfo y el fracaso, esos dos impostores, que decía Kipling. Pues eso.