martes, 29 de marzo de 2016

The Night Manager

Antes de nada, lo dejo claro: no he visto una película completa de James Bond en mi vida. Que diréis que como puede ser, teniendo en cuenta mi obsesiva fijación con todo lo brit. Pues no, con esto no. A mí es que el Bond me ha parecido siempre un hortera de bolera que lo flipas cantidad, con esos trajecicos, esas poses y esas mozas en bragas roneándole. Hortera. No me interesa lo más mínimo. 

Cuento esto como preludio y explicación en avanzadilla de mi crítica a The Night Manager, serie de la BBC que terminó el otro día. Como siempre, piqué como un besugo. Que si Tom Hiddleston, que si Hugh Laurie, que si Olivia Colman, que si espías, que si misterios. ¡¡Compro, compro, compro!!, gritaba yo, presa de un ímpetu desaforado. 

Y compré, claro. Me puse el primer capítulo emocionada toda. Y, en fin. Menuda bajona. 

A ver, que la serie mal no está y trata sobre un tema muy interesante: los traficantes de armas que funcionan bajo el paraguas de los gobiernos occidentales haciendo negocio en Oriente Medio. Pero, regresando a mi aversión a todo lo que suene a James Bond, yo me esperaba otra cosa, no una sucesión de planos exclusivos de Tom Hiddleston y comentarios constantes sobre lo guapo que es, el tipo que tiene, los ojazos que porta y demás bellas características de su anatomía. Que, se me entienda, todo se agradece y esto más, pero estamos a lo que estamos. ¿O no?

Pues no. Y no vayáis a creer que esto es cosa mía, no, no. El otro día leí una crítica en The Guardian, creo recordar, en la que se venía a decir que Tom Hiddleston se había pagado la audición más cara de la historia para intentar ser James Bond. Porque sí, el muchacho es productor ejecutivo de esta serie, que va de gente muy mala y de lo bueno que está él, así en resumen. Y yo es que me esperaba otra cosa de Hiddles, no que su máxima aspiración en la vida fuera ser espía hortera de su majestad con licencia para matar. Qué decepción. 

Porque además la serie, aparte de mostrarnos cada centímetro del cuerpazo de Hiddleston, naufraga bastante. Para ser sincera, sobre todo al comienzo, porque, cierto es, cierto es, al final se recupera. 

Pero es que tiene un inicio.... O sea, estás en El Cairo, que viene siendo una ciudad poblada y grandecica, y como te tienes que esconder de unos malos malísimos, te vas a una casa en mitad del desierto, a tomar por saco de la civilización, donde no te puede echar una mano nadie ni te puedes ocultar porque no hay ni un matojo de hierba despistado. Oiga, menudo timo, ¿no? No, no, timo no, es que el prota necesitaba tiempo e intimidad para beneficiarse a la muchacha a la que intentaba proteger (¡¡¡¡!!!!) y a la que, quede claro, había conocido media hora antes. Pero con mucho amor y mucha intensidad todo, ¿eh? Y ya, después del beneficio mutuo, pues, ¿sabes lo que estoy pensando? Que mejor nos volvemos a El Cairo, ¿no te parece? 

Yo, comprendedme, a estas alturas del primer capítulo, ya estaba bufando. Menudo timo. 

Os cuento otra del último capítulo, que no me puedo resistir. Hiddleston, que se pasa toda la serie luciendo un maquillaje naranja que ni las pijas de mi facultad, te pide a ti, dulce muchacha de la que se confiesa enamorado (se enamora rápido el chaval), que le consigas una combinación de caja fuerte. Combinación de cuatro números, no os vayáis a pensar que aquello era un código binario. Cuatro números, como un pin de móvil. Pues bien, como había que echarle rollo al tema y un casino siempre queda muy bien en las pelis de Bond, a la zagala no se le ocurre otra que pasarle la combinación de la caja fuerte, cuatro números repito, apostando a la ruleta. Esto es, pongo unas fichas en este número, en este, en aquel, y en el de más allá, y tacháaan, que lista soy, te he dado la combinación, cosa que me agradeces con una mirada azul de las que sólo Hiddles-Bond sabe poner. Muy intensa y profesional. 

Vale. Y ahora vengo yo que soy así de arpía y me pregunto... Si podéis hablar, porque podéis hablar y habéis estado hablando cinco minutos antes, y si son cuatro míseros números, ¿no se lo puedes decir de viva voz o pasarle un papelito o PONERLE UN WHATSAPP? Que luego te quejas porque el dueño de la caja fuerte, tu amante, para más señas, se mosquea porque os ponéis ojitos y porque, curiosamente, los números que has jugado DELANTE DE SUS NARICES, son la combinación de su caja fuerte.

¿Soy yo que no entiendo las historias estas o es que pretenden tomarnos por imbéciles? No puedo con la vida, en serio. 

Y luego están las dotes actorales de Hiddleston, que se pasa los seis capítulos con tres expresiones diferentes. A saber: 

- Expresión de pena profunda: entrecejo ligeramente arrugado, ojillos caídos, maquillaje naranja algo difuminado. 


- Expresión de determinación: ojillos normales. Más maquillaje naranja. 


- Expresión de qué bueno estoy, adoradme. Quiero ser James Bond. Jopetas. 





Y ya. 

En fin, si hay algo a destacar en la serie, es, por supuesto, Olivia Colman. Su personaje, en la novela de John Le Carré sobre la que se basa la historia, es un hombre. Pero aquí es mujer, y encima, embarazada de ocho meses (de verdad, Colman estaba así durante el rodaje). Lo mejor de la serie es, sin duda, el personaje de Angela Burr. Una tipa decidida, concienciada y dispuesta a todo, que se toma el embarazo como una circunstancia más, sin hacer que su vida gire en torno a ello. Colman es de las mejores actrices británicas y ha dado una lección tan grande, superando con creces al panoli de Hiddleston, que ya hay quien dice que tiene que ser ella James Bond


Ah, vale, que también sabes llorar... Déjalo, anda, déjalo...


PS: en varios de los capítulos sale España. Madrid y Mallorca, en concreto. Y también aparecen algunos actores patrios, como Antonio de la Torre y Marta Torné. 

1 comentario:

  1. No tenía ni idea de esta serie, pero no me interesa mucho, la verdad.

    Besos.

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