Hay gente muy pesada. Dicho así, no descubro nada nuevo. Todos somos gente, y todos somos pesados en algún momento. El problema es equivocar la dirección de la pesadez. El problema es ser pesado con quien no tienes ni derecho ni confianza ni motivo ni nada para serlo. Gente confundida. Gente equivocada. ¿Gente sola? Puede. O no. O estamos en la pescadilla que se muerde la cola. Estás solo porque eres pesado. ¿O eres pesado porque estás solo? ¿Qué fue antes? ¿La pesadez o la soledad?
Me refiero, aclaro ya, a esa gente que no tiene las más mínimas habilidades sociales. Empatía, lo llaman. Capacidad de ponerse en el lugar del otro, pero también capacidad, diría yo, de saber hasta dónde, hasta cuándo, de qué modo y cómo desenvolverse en sociedad.
Recientemente, he tenido que lidiar con una de estas personas. Lo que empezó siendo un contacto por correo electrónico normal, simpático, amable, por motivos laborales, se terminó convirtiendo en una pesadilla en la que, a ratos, bailó en mi mente la idea del acoso puro y duro. Pero no era acoso, porque, en esencia, no había intención de acosar. Lo que había, lo que hay, es una gran soledad, creo, provocada, en gran parte, por este mismo comportamiento. Comportamiento, ahí está el problema, que no se reconoce como perjudicial por el sujeto en cuestión, quien, con ligereza y desenfado, expulsa la culpa de su territorio más cercano y la reparte entre los demás. Yo no hago nada malo, son ellos que no me quieren. La gente, dirá él también. Angelico.
Y luego está la gente pesada por aburrimiento/maldad. Esas personas que deciden convertirte en su mono de feria, en su cabra del gitano, venga, sube, baja, yo te lo ordeno y te toco la música para que bailes a mi son. Si te dejas, claro. Porque, normalmente, los objetivos de este malévolo comportamiento no acceden a ser parte de la fiesta que el torturador-psicópata quiere crear con o a costa de ellos. Y, entonces, llegan los no me entiendes, yo sólo lo hago por ayudarte, sólo porque me preocupo por ti, hazme caso que te va a ir mejor. Puedes llegar a creerlos, pero siempre acabarán enseñando la patita, demostrando su verdadera personalidad de loco de turno con los criterios morales bastante confundidos, por no decir vueltos del revés.
Gente, en definitiva. Ese asco.
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