Es un secreto, no lo digáis muy alto. Sólo existen para aquellos que creemos en ellos. Sí, así. Es tan fácil como creer. O tan difícil. Los abrazos invisibles, incorpóreos, de los lugares que significaron algo en tu vida. Cuando crees, aparecen de improviso, juguetones. Rodean, reconfortan, recogen los pedacitos de ti que se quedaron escondidos en sus rincones, y te curan con ellos. Completan tus grietas presentes con trozos de tu pasado, y te dan impulso para seguir hacia adelante, porque, sabes, siempre estarán ahí. Dispuestos a acogerte, a escuchar tus lágrimas, a dejar sangrar tus heridas sin juicios y sin preguntas. No quieren nada de ti, más allá de lo que ya les diste. No te exigen nada.
Si encontráis uno de esos lugares, no lo dejéis escapar.
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