Don Quijote era un loco que estaba más cuerdo que todos aquellos que lo acusaban de loco. Loco porque luchaba por ideales ya perdidos, eso si alguna vez existieron más allá de las páginas escritas por otros locos como él. Loco porque quería creer que había algo más hermoso, más épico, más valioso que la triste realidad que lo envolvía. En la búsqueda de la emulación de esos héroes míticos a los que admiraba, logró hacer que su vida mereciera la pena, logró convertirse él mismo en héroe. Héroe para todos aquellos que no se resignan, o que, obligados por sus circunstancias a resignarse, siguen creyendo que la utopía es posible. Que el mundo puede ser un lugar hermoso y justo. O que, al menos, merece la pena partirse la espalda y el alma e intentarlo, porque siempre habrá alguien que lo reconozca y que pasará el testigo.
Ese es el espíritu de The Newsrooom, la nueva serie de la HBO bajo la batuta de Aaron Sorkin. Recoger el testigo de don Quijote y crear un cuento de hadas del escéptico siglo XXI, en el que la justicia y la imparcialidad informativa se abren paso como Moisés por el Mar Rojo. Con sólo quererlo. Sin problemas de financiación, de intereses políticos, de amiguismos varios. Y todo funciona, y todo sale bien. Y el presentador es un crack, y la productora una maravilla, y el jefe supremo es para comérselo a besos. Y te lo comes. Y acaba el capítulo y, qué narices, sientes que don Quijote ha vuelto. Sientes que no estás sola en el mundo. Que hay gente que te entiende, que lucha por sus ideales a pesar de todo.
Que todo es muy bonito, demasiado, ya lo sabemos. Que nadie tiene la suerte tan de cara, que jamás se dará algo así en ningún país, mucho menos en el tuyo, ideologizado hasta la náusea, que sólo se une bajo la bandera del deporte. Ya. Pero qué hay de malo en soñar con ello. Qué hay de malo en creer que es posible, y en dejarlo ahí, como lo dejó Cervantes, para que algún día de nuevo se recoja el testigo.
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