Yo lo sabía, que conste en acta. Y aun así me atreví. Que soy impulsiva y estoy muy loca. O que tenía muchas ganas de encontrar una nueva serie que destripar, también.
Hooten and the lady va de una muchacha muy mona, muy british, que habla con ese acento que sólo tienen los de allí de noble cuna, con ese deje como de mandar en la vida. La zagala trabaja en el British Museum y se la ve que se ha tenido que esforzar, no, para llegar allí. No vamos a pensar que la han enchufado o algo, no, no. El caso que la chica se aburre cantidad y decide, porque ella lo vale, recuperar el espíritu de los aventureros ingleses del siglo XIX y marcharse al Amazonas a encontrar, precisamente, el último campamento de uno de esos aventureros. Todo para una exhibición que se va a hacer el British, que le vendría muy bien, al British, por el tema de los dineros y el presupuesto. AL BRITISH, repito.
Que vale, el British es gratuito y lo mismo pasa sus fatiguitas. No voy a venir yo aquí a quedar de desconfiada.
Total, que la moza se marca un discurso muy de golpes en el pecho y de yo lo hago por vosotros, no vayáis a pensar, y se larga al Amazonas, con su ropita de exploradora fashion. A saber, sus pitillos, su camiseta con escote (¿mosquitos? ¿qué ser eso?) y su sobrecamisa en tonalidad vaquera, que siempre da un toque muy campestre y rural. También se lleva su anillo de compromiso y su cadenita de oro al cuello. Que será aventurera pero también leidi, qué os habíais pensado.
Por supuesto, al llegar al Amazonas entra en tratos con una tribu muy salvaje, que van todos pintados de rojo y tienen cara de estar mu'locos, como debe ser en una tribu amazónica que se precie. Justo cuando está con ellos, aparece el zagal de la historia, porque en toda historia tiene que haber un zagal. Que aquí es un vividor y soñador, amazónico, que está muy bueno, obvio. No esperábamos menos de semejante vodevil.
Aquí los mozos |
Yo hasta aquí he de decir que aguanté casi bien. El bohemio del Amazonas es muy agradable de ver y, oye, para pasar el rato la serie no estaba mal. El problema apareció cuando encontraron, claro, los restos del campamento del aventurero inglés del XIX, angelico, y en la mano huesuda del esqueleto del susodicho apareció un mapa de la ciudad de Eldorado. La leidi que se descompone del gusto y le suelta al Julio Iglesias del Amazonas que, ale, a buscar el lugar en cuestión.
Ajá. En la era de Google Earth me venís con mapas que dirigen a ciudades míticas y tal. Aaaaajá.
No pude más, comprendedme. Que una es muy de Indiana Jones para soportar según qué cosas. Aunque no descarto intentarlo de nuevo, todo sea por desahogarme en el blog, que estoy viendo que en siguiente capítulos se dedican a recorrer el mundo (loado sea God) y pasan por Moscú, Roma.... Hum. Promete.
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