No me reconozco, estoy aburrida de las series.
Sí, sí, como lo leéis.
Bueno, aburrida tampoco, pero es que no hallo ninguna que me emocione. Terminadas The Good Wife, Nashville y The Americans, que son a las que me he dedicado principalmente este año, me enfrento al más doloroso de los eriales. Que no sé qué ver. Tanto es mi desconcierto que ayer, harta ya de divagar y de que nada me erizara el vello, acabé enchufándome el capítulo de Friends en el que Ross se compra los pantalones de cuero, 'The one with the resolutions'. Magno episodio que me arrancó las mismas carcajadas de siempre y me produjo la misma nostalgia no de siempre, pero sí de los últimos años. Qué rápido ha pasado el tiempo y cuánto le debemos muchos a esa serie. Ay.
Esto no quiere decir que no haya intentado engancharme a alguna nueva pero los resultados han sido bastante decepcionantes. Lo intenté con Daredevil, pero debe ser que no tengo ánimo de superhéroes o que echo demasiado de menos a Agent Carter. También he empezado The Game, que es una de la BBC sobre espías en los años 70. De lo bueno lo mejor, pero qué queréis, no me convence. Pelín lenta y bastante intensa sobre un planteamiento muy sencillo. La terminaré pero... Meh.