martes, 8 de noviembre de 2016

The Crown

Ya os imaginaréis que lo que vais a leer en esta entrada no va a ser sino una sucesión de alabanzas, loas y emociones desquiciadas ante esta serie. Es que, a ver, monarquía británica. O sea, una serie sobre pijos ingleses. O sobre pobres, qué más da. Es una serie británica, pura BBC, pero con más dinero, todavía. Es el séptimo cielo. Mi séptimo cielo. 

Para los no iniciados, The Crown narra los primeros años de reinado de la queen Isabel II, la de ahora, la de antes, la de siempre. Porque yo mantengo que no terminaré de crecer hasta que no vea a otro rey en el trono de Reino Unido. He conocido ya a tres papas, a dos reyes de España, pero reina de las islas, sólo hay una. Y parece que va para rato. 

Esta serie es un proyecto a largo plazo. En teoría quieren rodar una temporada, diez capítulos, por cada década de reinado. Eso son seis temporadas. Cuentan que a Netflix ha pagado por las dos primeras unos 100 millones de libras, cantidad que la BBC no pudo igualar. Y, claro, se nota el derroche de dinero. Se nota y mucho. Todo es caro, todo es bueno, todo es perfecto. Los escenarios son espectaculares y reales, en el doble sentido de la palabra, y las caracterizaciones e interpretaciones son, directamente, de premio, de premios, muchos. 


Claire Foy se ha estudiado hasta el infinito las posturas, los modos y los gestos de la reina. A destacar Jared Harris, que está maravilloso como el rey Jorge. Y los secundarios son perfectos. Un montón de caras conocidas de la tele británica que se despliegan como sólo ellos saben, con seriedad, savoir faire y educación. Me quedo, sobre todo, con los duques de Windsor. Que SON los duques de Windsor. Esos trajes, esa elegancia algo extravagante y loca. 

Pero más allá de todo esto, más allá de las formas, está el fondo. Los guiones son didácticos y encajan como muñecas rusas todas las vertientes de la historia. Porque no es fácil conseguir que una serie sobre personajes que aún viven no caiga en el cotilleo o en el halago puro y duro sino que vaya a las motivaciones, que haga comprender al espectador el porqué de las decisiones, ya sea un porqué justificable o no. Esto es, no estamos ante una serie siempre amable hacia la reina. Nos la presenta como una mujer joven, que sabe, o considera, que su responsabilidad está por encima incluso de su propia familia y así actúa. Sin contemplaciones, aunque eso implique sacrificios y quedarse sola. 

Por último, no puedo dejar de mencionar a Matt Smith como Duque de Edimburgo. A ver, a mí es lo que menos me convence de la serie, os soy sincera. No porque Matt lo haga mal, que todo lo contrario. Pero en mi cabeza sigue siendo mi Doctor, problema mental que no tendría por qué afectar a esta serie sino fuera porque mi Doctor interpreta a uno de los personajes de lo que yo soy más fan: Felipe de Edimburgo, que no se puede ser (haber sido) más guapo ni tener más clase.  Y qué queréis, a Matt lo quiero mucho, pero NO es el príncipe Phillip ni de lejos. 


1 comentario:

  1. Ya le tenía ganas, pero después de leer tu crítica sobre la serie, ¡allá voy!

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