- ¿Cómo te va en el trabajo?
- Bien, tía, bien. Tengo, que no es poco.
- Me alegro. Eso es lo fundamental, el trabajo. Recuérdalo siempre.
Mi tía abuela tiene casi 90 años, vive en una residencia y tiene la cabeza bastante en su sitio, dadas las circunstancias. Se casó joven, como correspondía a la época. De negro, por algún luto. Y con un hombre guapo y espigado que la miraba con arrobo, al menos en las fotos de aquel día.
La tradición de mis domingos de niña mandaba ir a merendar a casa de los abuelos y, después, pasar por casa de los tíos, en la misma calle, para tomar café con algún dulce. Recuerdo aquellos días con infinito amor, y recuerdo con mucha simpatía al marido de mi tía, socarrón y divertido, que me entretenía con historias y bromas. Olía a humo de leña y a esa interminable seguridad de los días de la niñez.