Ya os imaginaréis que lo que vais a leer en esta entrada no va a ser sino una sucesión de alabanzas, loas y emociones desquiciadas ante esta serie. Es que, a ver, monarquía británica. O sea, una serie sobre pijos ingleses. O sobre pobres, qué más da. Es una serie británica, pura BBC, pero con más dinero, todavía. Es el séptimo cielo. Mi séptimo cielo.
Para los no iniciados, The Crown narra los primeros años de reinado de la queen Isabel II, la de ahora, la de antes, la de siempre. Porque yo mantengo que no terminaré de crecer hasta que no vea a otro rey en el trono de Reino Unido. He conocido ya a tres papas, a dos reyes de España, pero reina de las islas, sólo hay una. Y parece que va para rato.
Esta serie es un proyecto a largo plazo. En teoría quieren rodar una temporada, diez capítulos, por cada década de reinado. Eso son seis temporadas. Cuentan que a Netflix ha pagado por las dos primeras unos 100 millones de libras, cantidad que la BBC no pudo igualar. Y, claro, se nota el derroche de dinero. Se nota y mucho. Todo es caro, todo es bueno, todo es perfecto. Los escenarios son espectaculares y reales, en el doble sentido de la palabra, y las caracterizaciones e interpretaciones son, directamente, de premio, de premios, muchos.