Empecemos por el gym. Empecemos.
Ya os he contado en la entrada anterior que, tras muchas reticencias y vagancias, por fin me he apuntado al gimnasio. Entendedme, con mi horario de locos sólo puedo ir en la hora de comer y, seamos sinceros, no es lo que más apetece. Pero bueno, ya está, ya he roto la barrera -imaginaria- y ya estoy metida en el ambiente.
No es la primera vez que pago por sufrir, conste. Estuve yendo dos años pero lo dejé porque mi vida laboral comenzó a volverse loca. Súmale la escuela de idiomas y tienes el pastel completo. Pero eso, que ya voy. Lo conseguí.
Mi primer día fue muy prototípico. Yo, con mis ropitas del Decathlon, que llego a la sala de aparatos de tortura de fitness y busco al monitor. Para que me explicara cómo iba aquello, no para nada más. No vayáis a pensar que yo quería interacción con otro ser humano en ese ambiente hostil así porque me apeteciera. Que no. Un respeto.
Ewwwww... |