En materia oriental en la city principalmente lo que se ven son japoneses. No es que servidora los diferencie de los nacionales de países del entorno (nipón), que va a ser que no. Pero por experiencia, aquí todos del mismo Japón según sales de Osaka a la derecha. Que el año pasado nos vino hasta Naruhito, su principito. Y hace años sus emperadores. Nadie se explica muy bien por qué, pero a los japoneses la charricidad les pone cosa mala.
Total, japoneses. Los hay, claro, de todas las edades. Desde el otaku de turno, al que han sacado del lecho-futón para que se espabile por las Españas, hasta la japonesita que-no-hace-otra-cosa-más-que-reírse-de-todo. El otaku va con sus pelos muy a lo loco, disparados hacia arriba, sus cascos XXL de colorines y su teléfono móvil al que sólo le falta cantarse una saeta para ser lo p*** más. La japonesita, en cambio, se suele mimetizar con el ambiente y básicamente su rutina consiste en ejercer de clienta fiel del imperio Amancio, esto es, Zara y convertirse en una it-girl de esas.