viernes, 25 de octubre de 2013

Ayer estuve de huelga

Pues sí. Me tocó 'infiltrarme' en la huelga estudiantil. Cosas del laburo, que dirían los porteños. 

Quede claro que me parece muy digno y muy adecuado que cada cual se manifieste por lo que quiera. No voy a entrar en análisis de los motivos y razones de la huelga, porque, en primer lugar, creo que lo de la educación en este país no tiene solución, que no es cosa de ahora, que es cosa de siempre, y que no hay ni habrá voluntad de solucionarlo como corresponde. No hay altura de miras ni altura intelectual entre la clase política, toda ella, para sentarse y poner por encima de sus intereses partidistas, los intereses del país. Porque si algo hace, crea, nutre y da forma a un país es la educación, en términos concretos y generales, de sus ciudadanos. Pero no, aquí de eso no hay porque si los ciudadanos están educados, piensan. Y eso es peligroso para los que viven del cuento. 

Por esto, me parece muy bien que la gente haga huelga y proteste, pero yo ya estoy desengañada de estas cosas. Vivo muy feliz en mi exilio interior y no tengo tiempo para creerme la sarta de tópicos, insensateces panfletarias y frases hechas de la que está formada nuestra sociedad. He vivido ni se sabe las huelgas en educación, hubo una época en mis tiempos de instituto en la que cada semana había un día sin clase por 'huelga', con silicona en las cerraduras del centro incluida. ¿Y qué? ¿Se consiguió algo más que hacernos perder horas de clase -situación que mi Hermione Granger interior llevaba fatal, por cierto-? No. Al final, estamos como al principio. Pescadilla que se muerde la cola. España. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

Vivir del aire

Resulta que hace unas semanas, cuando estaba yo que si sí, que si no, con el tema del nuevo trabajo, me llegó otra oferta laboral. Lo sé. Un no parar. Me quieren todos, qué le voy a hacer. 



Bah, en serio. La cosa era decidir entre una oferta laboral que suponía un salto profesional y que venía con sueldo pero con malos augurios por aquello de los Voldemort que en esta vida hay, y otra oferta laboral que por no tener, no tenía ni augurios. Es decir, sin sueldo y sin salto. Nada. 

sábado, 12 de octubre de 2013

Vergüenza

No había tenido yo el placer. Qué va. Es lo que tiene no ver la tele, que no te enteras de nada. De hecho, aún no sé de qué va, os lo juro por Gandalf, la broma del palo, un palooo. Yo veo que la gente lo dice, se ríe, jajaja, y tal. Pero ni idea. Que no veo la tele, ya os digo. Antes la veía poco, pero ahora nada. Algo del telediario desde el trabajo y ya. Por la noche, series. Y tan feliz. Ah, bueno, y cuando estoy en casita, por las tardes me pongo un rato Divinity, es decir, casas lujosas, vestidos de novia horteras y tartas imposibles. Molabilidad máxima. 

Pero el caso es que a veces no puedes evitarlo. Y bajas a tomarte un té a la cafetería y te encuentras en pantalla grande y a todo volumen el programa este de la uno de por las tardes al que va la gente a contar sus penurias para que otra gente les dé dinero, mientras una presentadora muy graciosa y salerosa da gritos, llora mucho, abraza y se hace la simpática, la campechana, la yo soy del pueblo. Todo muy folclórico. Todo muy vomitivo. Todo muy España profunda. 

Y en ese momento quieres salir corriendo y no parar hasta cruzar la frontera del Nepal, lo menos. Qué vergüenza ajena. ¿Dónde tenemos (tienen) la cabeza? ¿De verdad la gente ve ese programa y no se mete debajo de la cama en posición fetal con los ojos cerrados muy fuerte? ¿De verdad hay quien se siente útil, creativo, quien se emociona, quien piensa que está haciendo algo bueno por haber creado algo tan denigrante? ¿De verdad es lo que necesitamos ahora mismo? ¿Un programa así? ¿Necesitamos un programa que busca y fomenta del modo más burdo la caridad? ¿Que hace espectáculo televisivo de la desgracia de un país entero? ¿Que toma ventaja de los más débiles, de los más desesperados para ganar audiencia? 

Qué vergüenza. Qué horror. Qué espanto. 





viernes, 11 de octubre de 2013

Still alive

Still alive, no os vayáis a pensar. 

Pero sin tiempo para nada. Y cuando lo tengo, poco, sólo quiero dormir. Será la vejez. 

Eso sí, hoy vengo por aquí porque me tengo que quejar. Así como bastante. Póngase por delante, vale, que no tengo o tenía yo costumbre de tener compañeros de trabajo. Que lo mío siempre había sido a mi bola, en mi sofá, con mi gato, mi té y mi manta. Muy Miss Marple todo. Y que ahora, de repente repentino, ya no soy Miss Marple, qué va, ahora me han obligado a salir de mi encantador cottage y a sumergirme en la gran ciudad. Y se me nota, vaya que si se me nota. Porque mira que habré pateado la ciudad mil y una veces, pero yo el halo de pueblo no lo pierdo, no. Se me nota en cómo miro los edificios, las calles que no conocía (alguna quedaba) y en el despiste existencial que llevo, que me hace, por ejemplo, llegar a los sitios con media hora de antelación. Porque sí, yo, puntual ante todo. Repelentis femina habemus. 

Total, lo que os decía. Que yo compañeros de trabajo pues mi gato y ya. Y ahora nada de gato (le echo de menos a chorros, por cierto) y sí de lo otro. Gente. Así, de golpe. De la que se mueve y habla. 

Qué trauma. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Stand-by

En búsqueda de una cierta privacidad, cambié el título al blog. Eso ha provocado que las visitas se reduzcan considerablemente y, en fin, creo que está mejor así. Desde hace más o menos una semana vuelvo a trabajar y la vida se reduce a eso, el trabajo. No me quejo, que ya sé que no están los tiempos para quejarse, pero, uf, qué duros son estos tiempos. Cuando no lo tienes porque no lo tienes, y cuando lo tienes, por si dejas de tenerlo o por si las cosas van mal y te vuelven a tomar el pelo. Súmale a eso la adaptación lógica de las primeras semanas y tendrás un buen mix de nervios y ansiedad. 

Por eso no tengo mucho tiempo para pasar por aquí, no al menos como antes. Puede que en un futuro, cuando ya me haya hecho al ritmo laboral -si es que sigue habiendo ritmo laboral-, sí consiga sacar ratos para el blog. Pero ahora mismo no. Porque además tengo que atender a la Colina, a mis series y a mi inglés. No doy para más. 

No es un cierre permanente. Seguiré pasando por aquí, espero, pero no tan a menudo, me temo. 

En fin. La vida. 

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