domingo, 23 de septiembre de 2012

El fin del desfile

A veces vivimos una vida que no nos gusta, pero a la que nos obligamos, ya sea por circunstancias externas, ya sea por factores internos, por miedos. Nuestro día se convierte así en una farsa, en un eterno desfile de carnaval en el que, como decía aquella canción de Mecano, somos un cuadro de bifrontismo que sólo da una faz. 

En esto pensaba mientras veía el capítulo final de "Parade's End". El final del desfile. "There will be no more parades". Parade, parada militar, desfile... Christopher Tietjens lo dice varias veces en los cinco capítulos de esta serie: vivir en un desfile, de cara a la galería, manteniendo las formas, aunque sacrifiquemos nuestra felicidad por ello. Porque nobleza obliga, porque la sociedad lo exige, porque nos lo exigimos a nosotros mismos. 

Todo "Parade's End" es una gran alegoría, una gran metáfora sobre el encontrarse, el revelarse, el ser como se quiere y no como se debe. Europa estaba en ese proceso en aquellos años -Primera Guerra Mundial-, sacudiéndose el letargo de siglos de imperialismo y dominación absurda, saludando al nuevo mundo que había surgido con la Revolución Industrial y que, con no pocos y dolorosos tropiezos, nos ha traído a lo que somos hoy en día. No perfectos, pero libres. 

La vida del protagonista de "Parade's End" pasa por esas fases. Primero, el cumplimiento del deber, el honor, el respeto a las antiguas tradiciones. Más tarde, surgen las decepciones. Respetar unos valores que nadie a tu alrededor respeta, convertirte por ello en el punto débil al que atacar. Verte vilipendiado, humillado y, aún así, aguantar porque es lo que hay que hacer. Por último, rebelarse y no mirar atrás. Comprender que la vida es cambio, aceptar el dolor que ello implica y atreverse a ser feliz. "There will be no more parades". 

Bellísima historia la de "Parade's End", bellísma serie, aunque a veces corte el aliento por agónica y contenida y aunque, en mi opinión, sea necesario leerse los libros de Ford Maddox Ford en los que está basada, para terminar de comprender algunos personajes y situaciones. 

And Benedict, as usual, outstanding. Algún día le darán un Oscar, y muchos diremos entonces: "ya lo sabíamos". 



jueves, 13 de septiembre de 2012

El catolicismo y las ovejas

O "El catolicismo explicado a las ovejas" de Juan Eslava Galán. O yo misma, con muchos años menos, en clase de Ciencias Naturales, con cara de susto mientras nos explicaban la teoría de la evolución -mono, hombre, esas cosas-, y pensaba si la profesora sería una atea o vete a saber, porque, claro, aquello no cuadraba ni de lejos con lo que nos contaban en clase de Religión. A saber, Adán, Eva, la manzana, la serpiente, el pecado original y demás parafernalia. 

Yo era muy pazguata, ya. Pero que te contaran cómo sucedió algo y, dos clases después, te lo contaran de otro modo, confunde al más inteligente. Sobre todo en una edad en la que crees, aún, en Reyes Magos, hadas, duendes y magias en general. ¿Que Dios creo a Adán y luego de él a Eva y de ahí venimos todos? Vale, pero también creo que cuando se me cae un diente viene un ratón y me deja dinero debajo de la almohada. Yo, lo que me echen, que para eso tengo edad. O no la tengo, mejor dicho.

Total, que tampoco me voy a poner a hablar de las delicias de nuestro sistema educativo anterior -soy de EGB- porque ya se sabe, "otros vendrán que bueno me harán". En colegios públicos, como el mío, se daba Religión prácticamente sí o sí y comenzamos con el inglés con unos hermosos y crecidos 12 añazos. Vale. Pero de lo demás aprendíamos tela. O más de lo que aprenden ahora, por lo menos. 

A lo que iba. El libro de Eslava Galán. Tan esclarecedor, tan directo, tan sin medias tintas, que estremece. Tirando de ironía para no aburrir, pero también para no asustar. Oiga, mire, es que nada, y cuando digo nada, quiero decir NADA, es como nos han contado. Dentro de esto, la verdad más agradable es que, en realidad, muchas cosas no se sabe cómo fueron. Así que se puede elucubrar, imaginar, aferrarse al  'quizás', al 'por qué no'. Pero hay otras cosas que sí se saben. Y no, no fueron como nos dijeron. Como nos siguen diciendo. 

Porque lo terrible no es ya que nada de lo que dice la Iglesia Católica tenga la más mínima verosimilitud, que no la tiene. Lo terrible es que la épica que se ha creado al margen tampoco la tenga. Que aquí todos hemos dicho alguna vez lo de "no, yo en la Iglesia, como que no, pero claro, el mensaje de Jesús, sí". Pero, ¿y si Jesús en realidad no dijo nada de lo que dicen que dijo, ni unos ni otros? ¿Y si dijo cosas -eso si existió, que tampoco se tiene muy claro-, pero nada de lo que dijo nos interesa? ¿Seguimos el mensaje, inventado, corregido y aumentado al máximo por otros, de un judío -iluminado y violento, entre otras lindezas- que lo único que pretendió en su vida fue liberar Judea de los romanos? Es más que probable. 

¿De dónde sale todo lo demás? De siglos, de milenios de bolas de nieve cayendo por laderas. La bola que, al principio, es pequeña, se agranda en su caída, hasta llegar a tener unas dimensiones considerables. Todo por un impulso insignificante en sus inicios, en el que se concentra la oportunidad, la "suerte", las probabilidades. Y, por supuesto, el interés de los poderosos cuando comprenden que esa bola puede servir a sus intereses, a poco que la dominen y controlen. 

Y hasta hoy. Y lo que nos quede por ver y vivir. 

Un libro necesario, se crea o no se crea. Un libro que leer con los ojos y la mente abiertos. Un libro que lleva a otros libros, que dispara las ganas de investigar, de indagar, de saber dónde estamos metidos, en qué se basa nuestra cultura y nuestro mundo. Sin juicios, porque todo en la vida, en realidad, es fruto de la casualidad y de la causalidad. Cosas que ocurrieron porque sí, sin más explicaciones, cuyos efectos llegan hasta hoy. Y así seguirá siendo, por los siglos de los siglos. Porque el hombre sigue siendo un niño que mira a su alrededor con ojos asustados, y que busca su identidad, su razón de ser. Y la busca tanto que termina por inventarla. 








lunes, 10 de septiembre de 2012

Doctah

Dentro del mundo del denominado "frikismo" existen muchos mundos, muchas aventuras por vivir y caminos por recorrer. ¿Qué nos hace ser éso que se llama "friki"? ¿Que nos gusten las historias de magia, de monstruos, de ciencia-ficción? No lo sé. Sólo sé que esa palabra, "friki", nunca ha terminado de convencerme, pero que algo cambió en mí cuando descubrí que existía. Cuando comprendí que yo no era una rareza, que existían otras personas cuyos juegos de infancia consistían en representar justas medievales o batallas de vampiros, que se morían -y se mueren- por aprender esgrima, y que tienen un gato de mascota pero, secretamente, desearían tener un dragón. O un loro al que llevar en el hombro cual pirata. 

De nuevo, ¿qué nos hace ser "frikis"? ¿Tener más imaginación que los "no-frikis"? ¿Conservar los sueños de la niñez y no perderlos nunca? Supongo que todo eso y también otras muchas cosas. Pero, en realidad, es que hay tantos "frikis" como personas. Cada uno es diferente, aunque converjan en algunos gustos. Yo, por ejemplo, no entiendo ni sé ni quiero saber de videojuegos. Pero "friki" soy, vaya que si lo soy. 

En fin, quizá sea mejor dejar la teoría. Que cada uno sea feliz en su mundo y con sus gustos. Porque yo venia aquí a hablar del Doctah, de Doctor Who, esa serie de la BBC que es mítica en las islas, y que aquí es prácticamente una desconocida. No voy a hablar del talento de sus actores, de lo maravillosos que son sus protagonistas -cada uno en su estilo-, del savoir faire que desprende o de la calidad de sus guiones. 

No voy a hablar de todo eso, porque es mejor verlo. Y disfrutarlo. Y me remito a sus capítulos históricos, como el dedicado a Shakespeare, por ejemplo. Y pregunto, porque es inevitable hacerlo, ¿en qué serie familiar española se dedica un capítulo a alguno de nuestros autores clásicos? Empezando por el principio; ¿serie familiar en España? Doctor Who en Reino Unido se emite los sábados por la tarde. Los sábados por la tarde aquí, desde que tengo memoria, se dedica a las películas típicas y tópicas españolas o a truculentos telefilmes americanos. 

Pero, en fin, no vamos a entrar en comparaciones. Que son odiosas, ya se sabe. Y siempre tienen algo de injustas. El caso es que el Doctor Who existe, y puede, gracias a los adelantos técnicos, ser disfrutado por todos. Y que merece mucho la pena.

Porque es divertido y tierno. Porque habla del amor, de la amistad, de la lucha por un mundo mejor. Porque transmite esperanza. Porque enseña. Y porque, cuando lo conoces, comprendes que the TARDIS representa mucho más que una sencilla cabina de policía de hace décadas convertida en nave especial. The TARDIS representa ese territorio mágico en el que los sueños son posibles, un territorio en el que se puede demostrar ese inconformismo, a menudo silente y oculto, que es la razón de ser primigenia de todo friki. Un mundo al que escapar para hacer mejor todo lo que te rodea. 

Ser más alto, más hermoso, más valiente. Ser, estar más vivo, en definitiva.

De pequeño te dicen que la vida es una cosa: estudiar, tener trabajo, casarse, tener hijos. Pero más tarde descubres que la vida es más oscura, más peligrosa y más loca. Y mejor. 

Doctor Who, S02E010, Love and monsters.








domingo, 2 de septiembre de 2012

Emmenez-moi

...Je fuirais laissant là mon passé, sans aucun remords, sans bagage et le cœur libéré, en chantant très fort...

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