jueves, 24 de julio de 2014

De por qué 'The west wing' es una joya de la televisión

Podría dar muchas razones para esto, pero hoy me voy a quedar con una. Pero, primero, pondré en antecedentes a aquellos a los que esta serie les resulte lejana y/o desconocida. Cosa lógica porque comenzó a emitirse en 1999 y terminó en 2006, hace ya ocho años. Hubo un tiempo en el que la emitieron por la 2, donde pude ver algún capítulo suelto y siempre supe, desde entonces, que algún día tendría que verla entera. Porque es maravillosa y contiene una y mil lecciones sobre la Política -con mayúsculas porque me refiero a la teoría que se estudia en la universidad- y la organización gubernativa y legislativa de los Estados Unidos, parte esencial de esa Política académica que os digo. 

Además, esto lo supe después, es puro Sorkin. Y Sorkin es bien hasta cuando le salen 'quieroynopuedos' como The Newsroom, que a mí me sigue encantando aunque ahora, tras meterme de lleno en el mundo TWW, reconozco que se queda muy lejos de lo mejor que puede dar de sí este guionista.

¿De qué va esta joya? De la administración Bartlet. Ficticia administración Bartlet en la Casa Blanca. El romanticismo de Sorkin aparece expresado a su más alto grado en el diseño de este presidente: descendiente de un firmante de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (o sea, lo más próximo a la sangre azul que tienen por allí junto a los Kennedy), premio Nobel de Economía, gobernador de New Hampshire... Un primor de presidente. Y demócrata, claro. 


La acción se centra en él (interpretado por Martin Sheen) y en su equipo de colaboradores directos. El jefe de gabinete de la Casa Blanca -un cargo que aquí nos suena como a mayordomo pero que allí es equivalente a ministro del Interior o vicepresidente efectivo-, Leo McGarry (John Spencer); el deputy (segundo de a bordo) del jefe de gabinete, Josh Lyman (Bradley Whitford) y la ayudante de este, Donna Moss (Janel Moloney); el director de Comunicaciones, Toby Ziegler (Richard Schiff), y su ayudante, Sam Seaborn (Rob Lowe); y la portavoz y encargada de las relaciones con los medios, C. J. Cregg (Allison Janney). Y, por supuesto, la primera dama, Abbey Bartlet, interpretada por una Stockard Channing, lejos ya de la Rizzo de Grease y cerca de convertirse en madre de Alishia Florrick en The Good Wife. 

Este es el núcleo duro de una serie que, pese a los años transcurridos desde su estreno, no pasa de moda. Porque los males que afectan a este mundo son los mismos y van a ser los mismos durante mucho tiempo. Y aquí viene el ejemplo que ha justificado esta entrada. Capítulo décimo de la tercera temporada. La administración Bartlet con su presidente a la cabeza anda revolucionada por unos asuntillos relativos a la salud del propio mandatario (no diré más para no destripar), pero, en medio de varias idas y venidas, el presidente y el director de Comunicaciones, Toby Ziegler, protagonizan una escena memorable, que explica, en cinco minutos escasos, una parte muy importante del panorama mundial actual. 

(Conviene puntualizar que el presidente Jed Bartlet es católico y además friki, en el más puro sentido del término, le fascinan los objetos antiguos y las cosas raras, como bien 'sufren' todos los integrantes de su equipo). 

Ahí va la escena. El ayudante personal del presidente, Charlie (Dulé Hill), conocedor de las aficiones de su jefe, ha encontrado en un mercadillo de antigüedades un mapa de Tierra Santa, fechado en 1709. Se lo lleva al presi, que alucina como sólo él puede hacerlo, y comienza a admirar los detalles del mapa. Mapa que refleja una parte del planeta que en aquel entonces (1709, repito) formaba parte del Imperio Turco. 

Mientras el presidente continúa admirando el mapa, hace entrada en escena Toby Ziegler. Buena gente, serio, circunspecto, judío y, según nos indican en un capítulo de la primera temporada, observante (al menos va a la sinagoga). Tolerante y nada fanático, amigable y muy majete. Mi personaje favorito de la serie, en dura competencia con los demás. Jed Bartlet le cuenta que tiene intención de enmarcar el mapa y colgarlo cerca del Despacho Oval. Toby Ziegler le dice, rotundamente, que no. ¿Por qué? Porque es un mapa que no reconoce el estado de Israel, responde. 

Pero, dice el presidente, y diréis todos, "si es un mapa de 1709, no puede mostrar Israel, que no surgió como estado hasta 250 años después, ¿por qué no puedo colgarlo entonces en un sitio visible?"

"Por eso mismo, porque no muestra al estado de Israel y hay gente que podría ofenderse", responde Toby. 

Os dejo la escena por aquí, que la he encontrado en Youtube:



Además de Toby (el de la barba y café en mano), intentan convencer al presidente de la insensatez de su propuesta (colgar un mapa de 1709) la portavoz, C. J. Cregg, y el jefe de gabinete, Leo McGarry. Bartlet cuenta que hay mapas de América del Norte cuando los Estados Unidos aún eran un proyecto surgido de la unión de los estados fundadores y que él no se siente ofendido porque esos documentos no muestren al país tal y como está ahora. Que no entiende, por tanto, por qué nadie habría de ofenderse por un mapa de un territorio que en 1709 era turco. Todos le dicen los mismo: sí, habría gente que lo encontraría ofensivo.

Sorkin -que, por cierto, se llama Aaron Benjamin de nombre y con eso, creo, ya está todo dicho- nos muestra, con un poco de mala leche, lo susceptibles que pueden ser las mentalidades y determinados grupos de presión -lobbies- en los USA ante nimiedades como que un mapa de 1709 no muestre un estado que no nació hasta dos siglos y medio después. No digamos entonces si de condenar, reprender o, básicamente, hacer algo cuando hablamos de bombardeos y de uso de fuerza militar. Ni locos. Y no es cosa suya solamente. El resto del mundo también contiene la respiración y reza a todo lo rezable para que a los israelíes no se les vaya mucho (más) la mano, porque a ver quién es el guapo que le pone el cascabel al gato y a ver cómo nos enemistamos con la única democracia (que lo es, pese a sus cosas) de esa zona, sin que se note mucho y sin que tampoco se nos mosqueen los jeques del Golfo, porque a ver qué hacemos (Europa, en esto los USA están servidos y por eso son más contundentes) sin petróleo. O sea, que Israel tiene cogido a medio mundo por salva sea la parte -perdóneseme la comparación pero no se me ocurre otra más gráfica- y Putin -no nos olvidemos- al otro medio. Porque la administración Obama bien que dice que lo de Israel no es para tanto, pero poco le dice a Putin, chaval, que te estás pasando. No, esa pelota se la deja a Europa, que es la que, oh, casualidad, depende del gas ruso.

En fin, no sé qué opinará T al respecto, pero creo que terminar las siete temporadas de The West Wing debería valer para que convalidaran unas cuantas asignaturas de Ciencias Políticas.

Y como dice Bettie que soy la diosa de las series y me lo he creído, os dejo un mandato: que veáis The West Wing. Ya.








3 comentarios:

  1. JAJAJAJA. Tú en mi olimpo personal de las recomendaciones tienes tu trono en la zona de SERIES ya instalao " pa tós los siempres". Que lo sepas. Aunque en esta supongo que acabaré por hacerte caso, no será de momento, que se me amontona la faena.

    De hecho, aún no he visto el capítulo de esta semana de Masters of Sex. No puedorl, no puedorl! XD

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  2. Para variar un poco en temática de series me la guardo también. Eso sí, la veré dentro de mil seguro jajaja porque tengo demasiadas cosas por ver xD

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